Había una vez
una hermosa familia que estaba conformada por la mamá quien se llamaba Jimena,
y sus tres hijos: Elena, Tomás y Santiago.
Un día, esta
familia decidió salir de excursión a orillas del río Garrapatas. La noche
anterior a la salida, Jimena preparó deliciosos platos para llevar, hizo
emparedados de atún, ensalada de papa, arroz con pollo, brownies de chocolate y
mucha, mucha limonada.
El día del
paseo, mamá encargó a Tomás la labor de llevar y acomodar la comida en el carro
pero Tomás pensó que su hermano Santiago ya lo había hecho y Elena tampoco se
percató ya que estaba confiada de que mamá se encargaría de todo.
Cuando
llegaron al lugar de la excursión y después de un largo rato de juego, los
niños fueron a buscar la limonada y se dieron cuenta de que no había nada de
comer… ni siquiera los malvaviscos para la fogata de la noche! La discusión no
se hizo esperar, pelearon un largo rato hasta que de repente
apareció un agradable anciano que al darse cuenta de lo que sucedía les dijo:
Yo los puedo ayudar, les daré de comer y beber pero antes deben firmar un
contrato.
Mientras el anciano hablaba, Elena lo observaba y algo se le vino a la mente… Recordó que en su colegio contaban la vieja historia de un anciano que se aparecía a las personas que iban de paseo al campo y que en realidad se trataba de un duende malvado que hacía daño a los excursionistas.
Disimuladamente,
Elena alertó a su mama y a sus hermanos quienes a la señal de 3 salieron
corriendo y subieron rápidamente al carro. Mamá tomó el volante y condujo
velozmente a casa.
Cuando
llegaron, asustados y hambrientos vieron sobre la mesas todas las delicias que
preparó mamá la noche anterior. Devoraron todo lo que encontraron y prometieron
que desde ese día cada uno sería más responsable con sus obligaciones y
ayudarían a mamá en todo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado….
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